ALESSANDRO BARICCO (Español, RBA, 1999, 3 €)
SEDA. Alessandro Baricco presentaba la edición italiana de Seda,
que tuvo un éxito extraordinario en su país, con estas palabras: Esta
no es una novela. Ni siquiera es un cuento. Esta es una historia.
Empieza con un hombre que atraviesa el mundo y acaba con un lago que
permanece inmóvil, en una jornada de viento. El hombre se llama Hervé
Joncour. El lago, no se sabe. Se podría decir que es una historia de
amor. Pero si solamente fuera eso, no habría valido la pena contarla. En
ella están entremezclados deseos y dolores que se sabe muy bien lo que
son pero que no tienen un nombre exacto que los designe. En todo caso,
ese nombre no es amor. Esto es algo muy antiguo. Cuando no se tiene un
nombre para decir las cosas, entonces se utilizan historias. Así
funciona. Desde hace siglos.
TIERRAS DE CRISTAL. Quinnipak. Una imaginaria ciudad vagamente situada en la Europa
decimonónica, que pudiera ser símbolo de los ideales y los límites de la
burguesía, entre el progreso colectivo y las pasiones personales. En
ella convive una galería de extraordinarios personajes con el infinito
como único horizonte, empeñados en construir castillos en el aire que
irán desmoronándose hasta dejar un poso de tristeza o de rabia: el señor
Rail, fabricante de cristal, cuyo sueño es poseer un ferrocarril sólo
para sentir el vértigo de la velocidad; su esposa, Jun, cuya belleza
inspiró a Dios «la extravagante idea de pecado»; Pekisch, inventor de
artilugios imposibles, en busca de una nota musical inexistente; su
compañero de fatigas, Pehnt, un chiquillo que lleva encima su destino,
en forma de chaqueta holgada; la viuda Abegg, quien, ante la
imposibilidad de vivir el futuro deseado, recuerda un pasado ficticio;
H. Horeau, arquitecto, cuyo proyecto de un edificio construido sólo de
cristal descubrirá el carácter inflamable de éste; Mormy, el niño
bastardo capaz de detener el tiempo en su mirada...
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